La Verdad 18/10/06 GREGORIO BUSTAMANTE/
El sector de la energía, el Gobierno, los accionistas y los consumidores asistimos una situación tan absurda, por contradictoria e inexplicable, que parece imposible una segunda edición. Las empresas de construcción (Acciona, Sacyr, ACS ) entran o pugnan por entrar y hacerse con parte del capital de compañías energéticas (Endesa, Repsol, Iberdrola, etc), probablemente porque resultan muy atractivas y con futuro. Sus accionistas están obteniendo sabrosos dividendos desde que Bush dio el pistoletazo de salida en la carrera del encarecimiento petrolífero tras su intervención en Irak.
Las eléctricas se han beneficiado, ahora, del intento de Zapatero de intervenir en el mercado con la venta de Endesa a Enagás y, aunque la idea no ha cristalizado, ha servido para levantar el interés inversor hacia las pujas energéticas. Sin embargo, en mitad de esta estratégica partida, con revalorizaciones, repartos de beneficios, etc, alguien parece haberse acordado del nulo papel de los consumidores -hasta ahora convidados de piedra del juego financiero- para que participen y apoyen nuevas iniciativas con sus insustituibles recursos.
El ministerio de Industria prepara una subida de la tarifas, que se encargarán de gestionar las comunidades autónomas a partir del año próximo, con el propósito de acelerar inversiones, mejorar el servicio y ahuyentar los fantasmas de posibles apagones en un momento en que los saltos de agua andan casi secos y los cambios climáticos tampoco favorecen el descenso del consumo.
La respuesta de las asociaciones de usuarios ha sido de unánime rechazo al recargo por suponer doble pago por un mismo concepto y porque la nueva tasa va a provocar el aumento de las diferencias entre comunidades. Las eléctricas hablan de que el déficit de hasta agosto alcanza ya los 2.000 millones de euros, y el Gobierno parece dispuesto a repercutir la deuda en los recibos de los próximos años.
Sin embargo, ciertas medidas de racionalización del gasto o modernización acelerada de redes y subestaciones ayudarían a rebajar las futuras subidas. Pero, sobre todo, parece imprescindible que el Gobierno dé un mayor impulso a la generación de energías limpias. Tenemos la materia prima, la tecnología precisa y muchas empresas dispuestas a trabajar y a invertir en proyectos solares y eólicos.
Más positivo sería, pues, aumentar el objetivo mínimo en la producción propia de energías renovables -estimada en el 12% en 2010-, que incrementar el recibo a los usuarios para pagar la exagerada y descontrolada factura del petróleo ajeno
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